El Gato Negro

Cuando cosas han pasado . . . sobre los caminos, casas, gotas y cielos, se adivinan surcos, olas y rasguños, que como tiempos congelados, nos recuerdan que allí, allá o ahí paso algo.

No es raro ver como precipitadamente todos tendemos a ignorarlo, a obviarlo y sobre todo a negarlo. Siempre sabemos lo que pasa, solo que nos han enseñado a pasar por tontos, a temernos, a temerles, a voltear miradas y dejar lo ojos bien lejos de la vísceras.

¡¡¡QUE NADA SE CONECTE!!! . . . nos han gritado desde hace mucho.

Como siempre el miedo a la inmensidad del universo que habitamos es el amargo pan de todos los días, es la envenenada ostia que nos dan con miel para que la pasemos sin quejarnos. 

El miedo sólito, sabe como hacernos perder entre las cosas mas banales e inútiles.

Por eso, hoy después de muchos momentos, sucesos, eventos y días robados, reclamo: 

- Que nos devuelva el tiempo, ¡carajo! - Ese que dicen que no existió, ese que jamas fue ¡maldita sea!

. . . pero, que es inevitable desconocer, ya que estamos aquí y es por eso que sentimos ese vacío, ese dolor, esa perdida, ese algo, que como fantasma se asoma y que ellos nos invitan a negarlo, a decir que no existe.

¡¡¡HAY QUE OBEDECER EL DEBER IMPUESTO!!! . . . nos siguen insistiendo sin parar. 

Todos felices y prósperos nos prometen, pero tristes y agotados de una vida que muchos apenas hemos empezado es lo cierto, lo diario, lo cotidiano, pero sobre todo lo obligado.

Al final cada quien puede tomar los días robados como quiera, pueden ponerle rosas y pedestales, llorarlos, ignorarlos, imaginárselos, escupirlos . . . pero lo profundo de esto es que ya se fueron y fue para siempre. ¿Quien nos los robo? ¿Dejaremos que se roben otro más? ¿Es necesario que sea así?

¿Importa?